Fui, vi y escribí: La vida secreta de los libros
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Publicado: Viernes, 24 Febrero 2023 22:46
Las lecturas que aguardan en una biblioteca funcionan a la manera de un conjuro: alargan la vida. Este artículo reproduce el newsletter de Cultura: lecturas, cine, teatro, arte, música e historias que despiertan entusiasmo y, por qué no, fascinación o perplejidad
Hola, ahí.
La verdad, no podría explicarte cómo se ordena una biblioteca pero sí me dieron ganas de contarte que, por una razón X (la inesperada invasión de esos bichos que Kafka llevó a la fama literaria), la biblioteca principal de mi casa —un viejo y sólido armario de roble reformulado en los 80 para albergar libros— debió ser vaciada y ahora que nos dejaron solos de nuevo y desinsectizados me encuentro desde hace un par de días desembalando cajas y cajas y cajas y cajas con libros de todos los tiempos.
Ojo que cuando digo “de todos los tiempos” soy de una literalidad pasmosa. Hay libros de cuando iba a la escuela primaria, otros que heredé de mi papá (en realidad, asalté su biblioteca cuando se separó de mi mamá y siguen conmigo. Nunca me los reclamó), muchos del tiempo de la facultad y otros que llegaron cuando juntamos las bibliotecas con W., o sea, hace muchos años.
Estos libros de los que te hablo son en su mayoría aquellos con los que me formé y en los que me respaldaba antes de ejercer el periodismo, cuando estudiaba, cuando enseñaba en la facultad, cuando comencé a ejercer la crítica en Clarín, con mis reseñas en el suplemento en el que luego escribí y edité varios años. Pero ya como editora del Cultural, comenzaron a llegar los aludes de ejemplares enviados por editoriales y autores y, con ellos, la desesperación por distinguir lo valioso de lo novedoso que todavía me persigue. Pero esa es otra historia.
Hoy solo quiero hablarte de las cosas con las que me reencontré después de la invasión de cucarachas que, por cierto, puedo decir casi con certeza que ya no moran en esta casa. Y de la alegría que me volvió al cuerpo al volver a tocar, a oler y a releer al pasar esos mundos posibles.
Fotos viejas
Revolver mi propia biblioteca se parece cada vez más a revisar un álbum de fotos viejas. Muchos de esos títulos que por estos días pasan nuevamente por mis manos vienen con imágenes, con recuerdos, con anécdotas. También con anotaciones y hasta con fichas, esos instrumentos que en la previa de Internet nos ayudaban a estudiar y a fijar conocimiento… Todavía hoy, para poder retener datos necesito anotarlos, como si la mano actuara como refuerzo de la concentración y la memoria.
Durante años, cada vez que tuve que ordenar mis bibliotecas (son varias y repartidas por toda la casa) los libros de mi infancia, que incluyen los libros de literatura argentina y universal de las colecciones del Centro Editor de América Latina que eran de mi viejo, iban intercalados con el resto de los materiales, pero esta vez tomé una decisión y es la de reconocerles su status de incunables de mi familia y darles un espacio solo para ellos.
Ahí están entonces la primera Madame Bovary, que leí junto con antologías diversas y maravillosas, más ejemplares de la colección Robin Hood (¡Mi Ocho primos, de Louisa May Alcott!), otros de la colección GOLU, de Kapelusz (síii, Chico Carlo, de Juana de Ibarbourou, entre ellos) y algunos colados, como Platero y yo. Ese es el verdadero espacio “librería de viejo” de mi casa, ahora.
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