Lunes 20 Mayo 2024

Los dictados son una fiesta en Francia

dictado

Ellos lo llaman Señor dictado. Rachid Santaki organiza dictados en todo el territorio desde hace más de diez años. Lo hace en plazas y estaciones de tren. En pabellones deportivos, bibliotecas o estadios de fútbol. Incluso en cines y prisiones. El viernes 12 de abril frente a la Torre Eiffel de París se registraron casi 3.000 personas. Un evento que pone de relieve la especial relación que tienen los franceses con este ejercicio y pretende darle un aspecto lúdico con el objetivo de mejorar las habilidades lingüísticas.

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Santaki, un escritor de 50 años, no es el único que organiza estos eventos. Incluso personas menos conocidas lo hacen con el objetivo de mejorar el acceso a la lectura y la escritura. Como en España, los dictados han asustado a generaciones enteras de franceses como forma de juzgar la ortografía y la gramática de todos. Pero los que se organizan en lugares públicos, como aquí en la Torre Eiffel, no califican. La idea es pasar un buen rato, reflexionar sobre el idioma y aprender de los errores.

Solenn Durand, de 19 años, decidió asistir al evento con su madre. “Es una competencia entre nosotros. Mi madre siempre nos hacía esforzarnos en deletrear”, dice riendo. Ambos enfatizan el aspecto lúdico y creen que es una manera de mejorar la ortografía, que en francés, a diferencia del español, no es fonética. Antes de sentarse ante un escritorio de plástico, se les entrega una hoja de papel en blanco y dos bolígrafos. El azul es para escribir. El de verde, para corrección.

En esta ocasión, el dictado se organizará en el marco del Festival del Libro de París y los textos serán leídos al aire libre por tres autores contemporáneos. El primero es el más sencillo. El último, el más difícil. Santaki pide silenciar los teléfonos móviles y da instrucciones. Los extractos se leen tres veces: primero para escuchar, luego para escribir y finalmente para corregir. Después de una lectura inicial, los participantes cogen un bolígrafo y se concentran.

“Llegó tarde y punto”, dice uno de los autores al micrófono. “Llegó tarde y punto”, repite lentamente. A medida que avanza la lectura, estallan algunas risas: el texto contiene ciertas trampas. La corrección se realiza frase a frase en una gran pantalla, acompañada de explicaciones. Santaki recuerda ciertas reglas. E interactúa con los participantes preguntándoles qué errores cometieron.

“En general, hay gente que les quiere y gente que les tiene miedo. Pero todos están interesados. Basta con darle un giro al ejercicio para unir a la gente”, dice Santaki a este diario. “Dejo que el marcador social baje, la tensión que puede provocar la idea de participar en un dictado desaparece”, añade por teléfono. Considera que el dominio de la ortografía conduce al dominio de las palabras, lo que luego abre el acceso a la cultura, la integración profesional y los vínculos sociales. Un dictado puede cambiarlo todo, tituló uno de sus libros.

Dictados en transmisiones de radio y televisión

Lionel Maurouard, de 66 años, es un participante habitual. Después de un viaje de dos horas, llegó al evento en tren. Habitualmente participa en numerosos eventos organizados en otras partes de Francia y el año pasado también participó en el evento de los Campos Elíseos, al que asistieron más de 1.500 personas cada vez. “Este es un ejercicio muy francés”, dice, refiriéndose a los dictados que antes se retransmitían por radio y televisión. A finales de los años 1980, el periodista Bernard Pivot fundó el programa de televisión apóstrofes. El estudioso de la literatura se hizo famoso por sus dictados, que atrajeron a una gran audiencia.

El programa ha desaparecido, pero sigue presente en la memoria de muchas generaciones. “El dictado forma parte de la herencia francesa”, subraya Santaki, citando como ejemplo un célebre texto de Prosper Mérimée, autor de la novela Carmen publicado en 1847. No se sabe exactamente si se trata de un mito o una realidad, pero el dictado que se le atribuye supuestamente pedía gobernantes como Napoleón III, según la Biblioteca Nacional de Francia, fuera de aquí.

El ejercicio del dictado es uno de los pilares de la educación francesa. Julien Soulié, miembro del Proyecto Voltaire -una herramienta que entrena la ortografía y la expresión oral- explica que este ejercicio tiene sus orígenes a finales del siglo XIX, durante la Tercera República. En esta época, el dictado comenzó a jugar un papel central en la enseñanza. “Durante un siglo fue el ejercicio favorito de los profesores para evaluar la ortografía”, dice este ex profesor, que enseñó letras clásicas en las escuelas durante 17 años. “Sin embargo, eso ha cambiado. Hubo un tiempo en que los inspectores de educación tenían mala prensa porque lo veían como un ejercicio que no era lo suficientemente educativo”, dice.

Sin embargo, las autoridades todavía le dan importancia. En 2015, la entonces ministra de Educación, Najat Vallaud-Belkacem, dijo que quería establecer el dictado diario en las escuelas. Lo mismo hicieron Jean-Michel Blanquer, ministro en 2018, y Pap Ndiaye en 2023. Pero los dictados ya abandonaron las aulas en Francia. Y de vez en cuando invaden lugares públicos. Como los organizados por Santaki.

 

(Fuente: notasdeprensa.org)

 

 

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